En los últimos años, el movimiento barefoot ha ganado fuerza entre corredores, amantes de la naturaleza y personas que buscan una forma de caminar y entrenar más natural y saludable. Sin embargo, todavía existen dudas e incluso restricciones en espacios como gimnasios, donde se asocia el barefoot a una falta de protección o a un riesgo.
Este artículo pretende explicar de forma sencilla qué es el calzado barefoot, sus variantes y por qué no debería excluirse automáticamente de entornos deportivos.
"Barefoot" significa "descalzo" en inglés, pero el concepto va mucho más allá. Se trata de una filosofía y una práctica que promueve el uso del pie en su estado natural, sin los condicionamientos del calzado tradicional.
El calzado moderno, aunque protege, ha ido limitando funciones naturales del pie: amortiguación excesiva, suelas rígidas, drops elevados, punteras estrechas, etc. Esto altera la postura, el equilibrio y puede generar compensaciones y lesiones.
Es aquel que busca respetar la anatomía y la funcionalidad natural del pie, permitiendo que trabaje como está diseñado: con libertad, sensación del suelo y sin interferencias. Sus características principales:
Drop cero (sin diferencia de altura entre talón y punta).
Suela fina y flexible, que permite sentir el terreno.
Amplia puntera, que deja espacio para que los dedos se abran.
Sin soporte artificial (arcos, plantillas rígidas…).
Existen diferentes niveles y opciones, según la actividad y el entorno:
Ideal para superficies limpias y seguras (casa, playa, césped…).
Fortalece el pie y mejora la propiocepción.
Con tira entre los dedos o de tipo huarache.
Excelente opción en verano o para quienes buscan ligereza y libertad.
Suelen tener suelas de entre 5 y 10 mm.
Zapatillas visualmente convencionales, pero con diseño minimalista.
Apto para caminar, trabajar o entrenar en gimnasio.
Marcas como Vivobarefoot, Feelgrounds, Be Lenka…
Con mayor agarre y durabilidad.
Suela fina pero con dibujo para tracción.
Ejemplos: Merrell Trail Glove, Xero Shoes TerraFlex, Salta Trail…
Zapatillas con menos drop y más flexibilidad que las convencionales.
Útiles para quien empieza a cambiar su forma de pisar y entrenar.
Muchos movimientos (sentadillas, peso muerto, zancadas…) requieren estabilidad, alineación y conexión con el suelo, lo que mejora con barefoot. Además:
Mejora el equilibrio y la propiocepción.
Fortalece los músculos del pie y el tobillo.
Corrige la postura y evita compensaciones.
Permite una técnica más consciente y efectiva.
Es importante hablar de seguridad con argumentos:
El barefoot no significa ir desprotegido, sino elegir protección funcional.
Muchas suelas barefoot tienen antideslizante y resistencia al desgaste.
El calzado tradicional también puede resbalar o causar torceduras por suelas inestables.
El calzado barefoot no es una moda, es una manera de reconectar con la función natural del cuerpo. Su uso en gimnasios, si se elige con sentido, no solo no compromete la seguridad, sino que puede mejorar el rendimiento y prevenir lesiones. Abrir la mente a nuevas formas de moverse es parte del progreso. Y el primer paso puede ser… descalzarse.